«Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.»
2 Timoteo 3:16-17
Según un estudio realizado por una universidad, las personas más inteligentes son las que peor letra tienen. Cuando comenté esto en la oficina, alguien dijo que, si las cosas son así, yo debo ser un genio. (Estoy seguro que el comentario fue más debido a mi mala escritura, que a mi habilidad mental.)
Y es cierto: mi caligrafía puede ser leída únicamente por quienes conocen mis jeroglíficos. Y aún así, muchas veces hasta ellos tienen que adivinar algunos de los garabatos que hago. La verdad es que, a pesar de haber tenido un profesor que nos alentó a escribir con letra bella y legible, a mí nunca me interesó mucho. Lo cual es muy triste.
Es triste cuando el pueblo de Dios no hace uso de los dones que Dios les ha otorgado. Y digo que es triste, porque los demás juzgan al Salvador de acuerdo a la calidad de nuestro trabajo.
¿Qué pensarán los demás del Salvador cuando ven que sus seguidores no rinden en su trabajo o en el estudio tanto como podrían? ¿Qué pensarán si somos mezquinos al demostrar el amor de Dios?
Doy gracias a Dios porque nunca actuó así con nosotros, tratando de dar lo menos posible, sino que siempre está dispuesto a dar lo mejor que posee.
Cuando Dios creó el universo y todo lo que este contiene, todo fue «muy bueno.» Cuando decidió rescatar a los pecadores condenados, envió a su propio Hijo. Cuando quiso que conociéramos la misericordiosa historia de salvación, hizo poner todo en un libro que claramente nos dice que somos salvos por la gracia, a través de la fe en Cristo. Dios siempre nos da lo mejor.
Por CPTLN
Dios te bendiga 