«Elí le respondió: ‘Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.’ Y ella respondió: ‘Espero que veas con buenos ojos a esta sierva tuya.’ Y Ana se fue de allí, y comió, y dejó de estar triste.»
1 Samuel 1:17-18
Cuando sufrimos, los días y el dolor pueden parecer insoportables e interminables. Ana, futura madre de Samuel, ante el sufrimiento y las presiones externas e internas, derramó su corazón delante de Dios. Ella, quien ya no comía, lloró, y habló con Dios sinceramente y en silencio, contando su aflicción e infelicidad al Señor.
El sacerdote Elí, al enterarse de sus preocupaciones, le dijo: «Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido» (1 Samuel 1:17). Ana salió, comió algo y ya no se sentía tan triste. ¿Qué aprendemos de esta historia de Ana? Que cuando derramamos nuestro corazón delante de Dios, él nos oye y responde. Aunque la tristeza deje marcas, su paz nos hace volver a vivir y reencontrar la alegría.
Por CPTLN