La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
Juan 1:17
El Señor Jesús vino a este mundo para traernos “la gracia y la verdad”. Estos dos valores forman una unidad indisociable. Una no puede ir sin la otra, y una no se opone a la otra.
La gracia es el poder del amor que condujo a Jesucristo a venir para tener un encuentro con el hombre en su condición miserable. Necesitábamos urgentemente esa gracia para no ser condenados rápida y definitivamente. Al mismo tiempo, Jesús vino a decirnos la verdad sobre las exigencias del Dios santo y sobre nuestro estado pecaminoso, de alejamiento y enemistad contra él. Dios, quien es muy limpio de ojos para ver el mal (Habacuc 1:13), condena el pecado pero ama al pecador.
Dios pudo conciliar su justicia y su amor, cualidades aparentemente contradictorias, haciendo que Cristo llevase la condena que merecía el pecado. En la cruz del Gólgota, cuando Jesús aceptó ser juzgado en nuestro lugar, “la misericordia y la verdad se encontraron; la justicia y la paz se besaron” (Salmo 85:10).
Cuando el hombre, iluminado por la verdad de Dios, reconoce que es pecador, Dios, a quien le complace perdonar, se da a conocer como “Dios Salvador”. No creer lo que Dios dice en la Biblia es ir directamente hacia el juicio y la muerte eterna. Todos los que “no recibieron el amor de la verdad para ser salvos” perecen (2 Tesalonicenses 2:10). Aceptar la verdad revelada en la Biblia es obtener el perdón y la justicia que Dios nos ofrece gratuitamente.
Enviado por el Hno. Mario Caballero