¿Qué es esa fe, de la cual se dice: «Por gracia sois salvos mediante la fe»? Existen
muchas explicaciones de la fe; pero casi todas las que he visto, me han dejado más ignorante que
antes de leerlas. Podemos explicar la fe hasta que nadie la entienda. Cierto predicador dijo al leer
un capítulo de la Biblia que iba a embrollarlo, lo que probablemente hizo, si bien intentaba decir
que iba a explicarlo. Espero que no me haga culpable del mismo error. La fe es la cosa más
sencilla del mundo, y tal vez por esta misma sencillez sea más difícil la explicación.
¿Qué es fe?: Podemos decir que la fe se compone de tres cosas: conocimiento, creencia y
confianza. Primero, viene el conocimiento. ¿Cómo creerán a Aquel de quien no han oído?
(Rom. 10:14). Necesito saber de un hecho antes de que me sea posible creerlo. La fe es por el oír
(Rom. 10:17). Es preciso oír para saber lo que se ha de creer. «En ti confiarán los que conocen tu
nombre» (Salmo 9:10). Algún conocimiento es esencial para la fe; de aquí la importancia de
conseguir conocimiento. «Inclinad vuestro oído, y venid a mi; oíd, y vivirá vuestra alma» (Isa.
55:3), tal era la palabra del profeta antiguo, y tal es la palabra del evangelio todavía. Escudriña
las Escrituras y aprende lo que el Espíritu santo enseña respecto a Cristo Jesús y su salvación.
«Porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que el existe, y que es galardonador de
los que le buscan» (Heb. 11:6). ¡Que el Espíritu Santo te conceda espíritu de conocimiento y de
temor del Señor! Entérate del evangelio: de su buena nueva, de como habla del perdón gratuito,
del cambio de corazón, de la adopción en la familia de Dios, y de bendiciones innumerables de
otras clases. Entérate especialmente de Cristo Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador de los
pecadores, unido con nosotros por la naturaleza humana, no obstante de ser Uno con Dios,
siendo así idóneo para actuar como Mediador entre Dios y los hombres, capacitado para colocar
su mano sobre ambos y ser el eslabón entre el pecador y el juez de toda la tierra. Procura conocer
a Cristo Jesús más y más. Procura conocer de un modo especial la doctrina del sacrificio
expiatorio de Cristo, ya que el punto principal en la fe salvadora se fija principalmente en este:
«Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres
sus pecados» (2Cor. 5:19).
Procura saber que Jesús fue hecho por nosotros maldición, como está escrito: «Maldito
todo el que es colgado de un madero» (Gál. 3:13). Aprópiate bien de la doctrina de la
substitución de Cristo; porque en ella está el más bendito consuelo para los hijos de los hombres
culpables, puesto que Dios «le hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él» (2Cor. 5:21). La fe comienza por el conocimiento.
De aquí pasa el alma a la creencia de que estas cosas son verdaderas. El alma cree que
Dios existe y que oye el clamor de los corazones sinceros, que el evangelio procede de Dios, que
la justificación por la fe es la gran verdad que Dios ha revelado en estos últimos tiempos con más
claridad que antes. Luego, el corazón cree que Jesús en realidad de verdad es nuestro Dios y
Salvador, el Redentor de los hombres, el Profeta, Sacerdote y Rey de su pueblo. Todo esto lo
acepta el alma como verdad cierta y fuera de toda duda. Pido a Dios que llegues a esta fe en
seguida. Afírmate bien en la creencia de que la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia
de todo pecado; que su sacrificio expiatorio fue perfecto y plenamente aceptado por Dios en
lugar del hombre, ya que el que cree en Jesús, no es condenado. Cree en estas verdades, como
crees en otras afirmaciones, porque la diferencia entre la fe común y la fe salvadora consiste
principalmente en los objetos de la creencia. Cree en el testimonio de Dios, como crees en el
testimonio de tu propio padre o de algún amigo. «Si recibimos el testimonio de los hombres,
mayor es el testimonio de Dios» (1Juan 5:9).
Hasta aquí has ido adelantando en el camino de la fe; solo falta una parte más para
completarla, a saber la confianza. Entrégate confiado al Dios de misericordia; pon tu confianza
en el evangelio de gracia; abandona tu alma confiadamente al Salvador muerto y resucitado por
ti; contempla confiando la limpieza de tus pecados en la sangre expiatoria de Jesús; acepta cual
tuya su Justicia Perfecta, y todo estará bien. La confianza es la esencia vital de la fe, sin ella no
hay fe salvadora. Los puritanos solían explicar la fe usando la palabra «reclinación,» en el
sentido de apoyarse reclinado sobre algo. Apóyate con todo tu peso sobre Cristo. Me expresaría
más claramente, si dijera: Extiéndete, recuéstate sobre la Roca de los siglos. Abandónate en los
brazos de Jesús, entrégate, descansa en él. Habiéndole hecho así, has puesto la fe en práctica. La
fe no es cosa ciega, puesto que principia por el conocimiento. No es cosa de conjeturas, por
cuanto la fe se funda en hechos ciertos. No es cosa de sueños, porque la fe encomienda su
destino reposadamente a la verdad de la revelación Divina. Esto es un modo de explicar la fe. No
se si solo he logrado embrollar el asunto.
Permítaseme otra prueba. La fe es creer que Cristo es lo que se dice ser, que hará lo que
ha prometido hacer y esperar que cumpla lo prometido. Las Escrituras hablan de Jesucristo
como Dios, Dios manifestado en carne humana; como perfecto en su carácter, como sacrificio
expiatorio por nuestros pecados, como quien lleva nuestros pecados en su cuerpo sobre el
madero. Las escrituras hablan de él como de quien ha acabado con la trasgresión, concluido el
pecado e introducido la justicia eterna. La Biblia nos dice, además, que resucitó de los muertos,
que vive para siempre intercediendo por nosotros, que ha ascendido a la gloria, tomando
posesión de ella en favor de su pueblo y que pronto volverá para «juzgar al mundo con justicia y
a los pueblos con rectitud» (Salmo 98:9). Debemos creer firmemente que así es, ya que así lo
hizo saber Dios el Padre, diciendo: «Este es mi Hijo amado; a él oíd» (Luc. 9:35). A este rinde
testimonio también el Espíritu Santo, porque él ha testificado de Cristo tanto por la palabra
inspirada como por diversos milagros y su obra en los corazones de los hombres. Nos es preciso
creer que es verdadero este testimonio.
La fe cree también que Cristo hará lo que ha prometido, él prometió no echar a nadie
fuera, de los que acuden a él, es cierto que no nos echará a nosotros si acudimos a él. La fe cree
que, habiendo dicho: «El agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida
eterna» (Juan 4:14), esto debe ser verdad, de modo que si nosotros recibimos de Cristo esta agua
de vida, permanecerá en nosotros y saltará en nosotros como corrientes de una vida santa.
Cualquier cosa que Cristo haya prometido hacer, la hará, y debemos creerlo, ya que de su mano
esperamos el perdón, la justificación, la protección, y la gloria eterna, todo según lo prometido a
los que creen en él.
Luego, viene el siguiente paso necesario. Jesús es lo que se dice ser, Jesús hará lo que ha
prometido hacer, y por lo tanto debemos cada cual confiar en él, diciendo: «Será para mi, lo que
ha dicho ser y lo que ha prometido hacer, y yo me entrego en las manos del que se ha encargado
de la salvación para que me salve a mi. Descanso en su promesa confiando en que hará lo que ha
dicho.» Tal es la fe salvadora, y quien la posee, tiene vida eterna. Cualquiera que fuesen los
peligros y pruebas, tinieblas y temores, debilidades o pecados, el que así cree en Cristo Jesús no
es condenado, ni vendrá jamás a condenación.
Deseo que te sirva para algo esta explicación. Confío en que el Espíritu de Dios lo usará
para llevarte lector, a la paz inmediatamente. «No temas; cree solamente» Mar. 5:36). Confía y
reposa en paz.
Pero temo que el lector quede contento con el simple conocimiento de lo que sea preciso
hacer sin nunca hacerlo. Mejor es la fe más pobre actuando que el mejor conocimiento en las
regiones de la fantasía. Lo principal es creer de verdad en Jesús, en este mismo momento. No te
preocupes de distinciones y definiciones. El hambriento come sin comprender la composición
química de los alimentos, la anatomía de la boca y el proceso digestivo; vive porque come. Otro
mucho más sabio comprende perfectamente la ciencia de la nutrición, pero si no come, morirá a
pesar de su conocimiento. Sin duda, hay muchos en el infierno que comprendieron bien la
doctrina de la fe pero que dejaron de creerla. Por otra parte, ni uno de los que confiaron en el
Señor Jesús perecieron, aun cuando nunca supieron explicar bien su fe. Querido lector, recibe al
Señor Jesús, cual único Salvador de tu alma, y vivirás eternamente. «El que en él cree tiene vida
eterna» (Juan 3:36).
Por C. Spurgeon
Enviado por el Hno. Mario Caballero