Viudas
VIUDAS
“Honra a las viudas que en verdad lo son” (1 Tim. 5:3).
La iglesia primitiva atendía a las viudas que no tenían otros medios de sostenimiento, todo un ejemplo para nosotros en el día de hoy. Para recibir este cuidado, las mujeres tenían que reunir ciertos requisitos:
· No podían tener hijos o nietos: “Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios” (v. 4). “Si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, es peor que un incrédulo” (v. 8). “Si algún creyente o alguna creyente tiene viudas, que las mantenga, y no sea gravada la iglesia, a fin de que haya lo suficiente para las que en verdad son viudas” (v. 16).
· Tiene que tener más de 60 años, y tiene que haber sido fiel a su marido. “En la lista de las viudas debe figurar únicamente la que tenga más de sustenta años, que haya sido fiel a su esposo” (v. 9, NVI).
· Tiene que ser una mujer conocida por su buen testimonio, sus buenas obras, su hospitalidad, y su ayuda a los pobres, buena madre y esposa: “Que tenga buen testimonio de buenas obras; si ha criado hijos; si ha practicado la hospitalidad; si ha lavado los pies de los santos; si ha socorrido a los afligidos; si ha practicado toda buena obra” (v. 10).
Leyendo esto, nos damos cuenta de las obligaciones de los hijos para con los padres. Si no los atienden, ¡los hijos no son considerados creyentes! Dios no quiere que le sirvamos en la iglesia si hemos abandonado nuestras responsabilidades a la familia; esto queda bien claro.
También nos damos cuenta de lo que se esperaba de la mujer, a saber, que sea leal a su marido y una buena madre, que abra su casa para los creyentes que necesitan hospitalidad, que ayude a los pobres y alivie el dolor de los que sufren, y que se dedique a hacer buenas obras de caridad.
Estas dos áreas son de suma importancia: las obligaciones de los hijos a sus padres mayores, y el papel de la mujer cumpliendo con su deber familiar y atendiendo a las necesidades de otros. Debemos enseñar estas cosas en nuestras iglesias. La iglesia primitiva es todo un ejemplo de la práctica de cumplir con los deberes sociales, de la estrecha relación entre la fe y la vida cotidiana. Extendía su mano para suplir las necesidades de sus miembros cuando no había otra solución. Guardaba su testimonio y enseñaba a sus miembros a hacer lo mismo. No es de sorprender que de ella se decía que “tenían favor con todo el pueblo y que el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).
Enviado por Hno. Mario