AQUELLOS A LOS QUE JESÚS SE REVELA
“Quédate con nosotros, porque se hace tarde, y el día ya ha declinado” (Lu. 24:29).
Dos discípulos de Jesús se dirigieron tristemente hacia el pueblo de Emaús. Sus corazones estaban apesadumbrados por los eventos de los días anteriores. Habían creído que Jesús de Nazaret era el Mesías, pero con su muerte ya habían perdido toda esperanza. Estaban dolidos, desilusionados, decepcionados, y derrotados. Ya nada les detenía en Jerusalén. Abandonaron la ciudad con pies pesados para la población de Emaús.
En esta condición lamentable, el Jesús resucitado no les dejó solos. Se apareció para caminar con ellos, pero no se daban cuenta de que Jesús andaba con ellos. No se reveló enseguida, porque era necesario enseñarles desde las Escrituras que su muerte estaba profetizada en el Antiguo Testamento, que por eso vino, y que fue la manera en que el Mesías tenía que librar a su pueblo.
Cuando habrían entendido el contenido
del estudio bíblico, Jesús hacía que iba a continuar con su viaje, pero ellos prevalecieron para convencerle a que se quedase a cenar con ellos y que pasase la noche en su casa ya que era demasiado tarde para continuar su viaje. Accedió a su petición y se sentaron a la mesa a cenar. Jesús dio gracias por la comida y partió el pan. En ese momento, sus ojos fueron abiertos y se dieron cuenta de quién era. Nada más reconocerle, Jesús desapareció. Es significativo que se reveló en el partimiento del pan y no en el estudio bíblico, porque uno puede entender la Biblia sin ver a Jesús, pero no puede tener comunión con él sin conocerle. Fue en el partimiento del pan, que habla de la comunión con Cristo, que le reconocieron. “Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, él conmigo” (Ap. 3:20). Jesús se da conocer en esta clase de cena.

Resumiendo, pues, vemos que Jesús se revela a personas que han puesto todas sus esperanzas en él, que estarían destrozados si le perdiesen, que han comprendido su misión por medio de las Escrituras, que insisten en que se quede con ellos porque encuentran grata su compañía, y que le invitan a tener comunión con ellos. No se revela en la Eucaristía o en la Mesa del Señor, sino en la intima comunión con los que le amen.
Por D. Burt
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