Qué difícil…Qué fácil
QUÉ DIFÍCIL / QUÉ FÁCIL
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29).
Padre amado, qué difícil es para nosotros cambiar para llegar a ser las personas que quieres que seamos. Qué fácil ir a la iglesia, asistir a reuniones, servir en comités, y qué difícil escuchar a lo que la gente está intentando decirnos acerca de lo que les molesta en nosotros. Qué fácil repartir folletos, testificar a otros, orar por los perdidos, y qué difícil ver lo que ofende a otros. Qué fácil leer la Biblia en casa en un ambiente de recogimiento y paz, y qué difícil ver lo que anda mal con nosotros. No veo aquello que clama al cielo. Voy a campamentos, conferencias, retiros, asistimos a cultos, y nunca me enfrento con mi mismo. ¿Qué hay de mí que ofende a otros, a familia, al marido, a compañeros de trabajo, a los de mi iglesia?
Es más fácil participar en el equipo de alabanza que venir a la cruz y confesar lagunas en mi carácter. Servir es fácil; cambiar es difícil. ¿Llevo años en la iglesia y todavía soy la misma que siempre? ¿He oído lo que la gente está intentando decirme: que no pueden contar conmigo, que siempre tengo que ser el centro de atención, que siempre insisto en hacer las cosas de mí manera, que siempre estoy hablando de mí misma, que nunca ofrezco hacer los trabajos humildes como limpiar, ir a recoger a los que no tienen coche, hacer el café, barrer? ¿Me ofendo fácilmente? ¿Tengo un pronto? ¿Paso de los demás? ¿Soy básicamente egoísta? ¿Hablo mal de otros? ¿Tengo resentimiento?
Es muy fácil ir a la iglesia, pero muy difícil cambiar. Lo que a Dios realmente le interesa es que me parezca a Cristo, o sea, que vaya formando un carácter cristiano con el fruto del Espíritu, que ame a otros, que sea gozosa, buena de corazón, que traiga paz cuando hay conflicto, que sea humilde, paciente, y que me controle. Si llevo años asistiendo a reuniones, sirviendo en la escuela dominical, predicando, participando en varios ministerios, y todavía soy hipersensible, problemática, interesada, celosa, mandona, criticona, rencorosa, quejica y egoísta, he perdido el tiempo. Es muy fácil practicar una religión, pero muy difícil afrontar lo que está mal conmigo misma y cambiar para ser más como Jesús, pero de esto se trata, de reflejar la santidad del carácter de Cristo. Esto es lo que glorifica a Dios.
Dios me salvó y me dejó en este mundo no solo para evangelizar, sino para llegar a ser como Jesús. Debería poder notar una diferencia enorme entre cómo soy ahora y cómo era antes, si no, he perdido el propósito de Dios para mí. “Padre amado, abre mis oídos para oír lo que la gente está intentando decirme. Quiero oírlo. Quiero glorificar a Cristo. Quiero que Él se forme en mí. Amén”.
Enviado Hno. Mario