Como Duele
DOLOROSA SANTIFICACIÓN
“No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Ex. 20:2).
(Dejamos a los hijos de Jacob en medio de una prueba que iba a permitir salir a relucir la gran obra que Dios había hecho en ellos).
Jacob había expresado sus sentimientos al dejar a su hijo Benjamín. Judá los cuenta “a aquel varón” en Egipto: “Tu siervo mi padre nos dijo: Vosotros sabéis que dos hijos me dio a luz mi mujer; y el uno salió de mi presencia, y pienso de cierto que fue despedazado, y hasta ahora no lo he visto. Y si tomáis también a éste de delante de mí, y le acontece algún desastre, haréis descender mis canas con dolor al Seol” (Gen. 44:27-29). Judá sigue explicando: “Sucederá cuando no vea al joven, morirá… Como tu siervo salió por fiador del joven con mi padre, diciendo: Si no te lo vuelvo a traer, entonces yo seré culpable ante mi padre para siempre; te ruego, por tanto, que quede ahora tu siervo en lugar del joven por siervo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos. Porque ¿cómo volveré yo a mi padre sin el joven? No podré por no ver el mal que sobrevendrá a mi padre” (v. 31-34). Pero Dios no hizo que Jacob pasara por esta prueba. Él tuvo que dejar a Benjamín ir a Egipto, eso sí, pero no tuvo que pasar por la prueba de creer que no volvería a verle nunca más. La prueba fue para Judá, el que había salido fiador de su hermano. Y Judá la superó poniendo todo cuanto tenía, hasta su propia vida, en el altar de sacrificio a Dios.
Nuestra pruebas están ordenadas por Dios, seleccionadas con supremo cuidado, algunos son eliminados, y otros las tenemos que pasar, porque son necesarias para la purificación de nuestra fe, para que Dios sea único y total. Las cosas que nos ocurren no son casualidades, sino designadas expresamente para nuestro eterno bien, aunque en el presente son dolorosos en extremo. Detrás está el infinito amor y la sabiduría de Dios, como dijo José tan aptamente más adelante: “Dios me envió delante de vosotros, para reservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios” (45:7, 8). José había sido purificado en el fuego de la prueba: “Y besó a todos sus hermanos, y lloró sobre ellos” (v. 15).
Jacob también ha pasado por la prueba. Ahora lo que le esperaba, ¡dentro de pocos días!, era emocionante bendición: “Por la noche dura el lloro, pero al amanecer viene la alegría” (Salmos 30:5 BTX).
Debe estar conectado para enviar un comentario.