UNA EVANGELIZACIÓN EFICAZ
“Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño. Y he aquí se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor” (Lu. 2:8, 9).
Recibieron una palabra de Dios: “He aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (v. 10, 11). Ellos recibieron una palabra particular, personal, de parte del Señor, dirigida a ellos mismos. Para evangelizar eficazmente, la Palabra de Dios nos tiene que llegar de forma directa. Nos tiene que tocar. Tenemos que saber que es para nosotros. La recibimos con fe. Nos la apropiamos. Sabemos que Dios nos ha hablado. Es una palabra viva de Dios dirigida a nuestras almas que nos da vida, y poder, y gozo, y el deseo de compartirla con otros. Estamos motivados.
Eran obedientes: “Los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado… Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño” (v. 15, 17). Creyeron y fueron a Belén y encontraron al niño tal como el ángeles les había dicho. Era el comprobante que Dios efectivamente les había hablado. Lo que les había pasado en el campo no era una alucinación, sino una experiencia verdadera de Dios. Ya tenían algo real que compartir, algo que habían comprobado y experimentado. Entonces divulgaron la buena nueva que habían recibido de parte de ángel: que había nacido el esperado Salvador, que Dios les había comunicado su nacimiento y que lo habían encontrado tal como el ángel les había dicho. Notamos que una persona puede estar loca y pretender haber tenido visiones, pero no todo un grupo. También notamos que testificaron del niño, ¡no de los ángeles!
Evangelizaban eficazmente: “Y todos los que oyeron, se maravillaron de los que los pastores les decían” (v. 18). La Palabra de Dios les llegó a los oyentes con poder y ellos creyeron. Aquí están todos los componentes de una evangelización que salva. La diferencia entre ellos y nosotros es que nosotros tenemos el Espíritu Santo que nos da poder para ser testigos de lo que hemos visto y experimentado (Hechos 1:8).
Glorificaban y alababan a Dios: “Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, tal como el ángeles les había dicho” (v. 20). El resultado es mucho gozo en el Señor: es alabarle y bendecirle por Jesús, por el privilegio de participar en su obra, por esta salvación tan grande, por incluirnos a nosotros en sus proyectos, por buscarnos y revelarnos sus cosas, por ver su gloria y su humildad, y por su amor para con nosotros concretamente, hecho extensivo a los demás. ¡Qué grande es el Señor y qué gozo poder servirle!
Por D.Burt 
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